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La vida está llena de momentos difíciles, de retos que nos sacuden y nos hacen cuestionar nuestro camino. En esos momentos, es fácil sentirnos perdidas, desconectadas de nosotras mismas y de los demás, deseando que alguien más venga a rescatarnos o nos dé las respuestas que necesitamos. Sin embargo, hay algo profundo y poderoso en aprender a convertirnos en nuestro propio refugio, en descubrir que dentro de nosotras existen los recursos para sostenernos, incluso cuando todo a nuestro alrededor parece derrumbarse.

En la naturaleza, los animales tienen refugios a los que regresan cuando las condiciones externas se vuelven amenazantes o inseguras. Estos refugios les proporcionan protección, calma y seguridad. De manera similar, nosotras también necesitamos ese espacio seguro, pero el verdadero refugio al que necesitamos acudir en momentos de crisis no siempre es físico; es interno.

Cuando hablamos de convertirnos en nuestro propio refugio, nos referimos a desarrollar una relación con nosotras mismas que sea de apoyo, cuidado y aceptación. Es un proceso que no sucede de la noche a la mañana, pero que, con el tiempo, nos transforma en mujeres más resilientes, capaces de enfrentar las tormentas emocionales desde un lugar de fortaleza interna.

A menudo, las señales de que necesitamos un refugio interno vienen de nuestro propio cuerpo y mente. Nos sentimos agotadas, ansiosas, desbordadas o, a veces, desconectadas. Sin embargo, en la vorágine del día a día, solemos ignorar estas señales o, peor aún, las interpretamos como debilidades. En lugar de eso, debemos aprender a escucharlas como una llamada urgente para detenernos y buscar refugio en nosotras mismas.

Es en esos momentos cuando es esencial preguntarnos: ¿Qué es lo que realmente necesito ahora mismo? ¿Estoy ignorando mis emociones, mis necesidades físicas o mi bienestar mental? Escuchar activamente lo que nuestro cuerpo y nuestra mente nos están diciendo es el primer paso para construir ese refugio seguro dentro de nosotras.

Uno de los aspectos más importantes de convertirnos en nuestro propio refugio es aprender a estar con nuestras emociones sin juzgarlas. Cuando enfrentamos dificultades, es común querer escapar de las emociones que nos resultan incómodas, como el miedo, la tristeza, la frustración o la culpa. En lugar de huir de ellas o tratar de “arreglarlas” de inmediato, podemos aprender a sentirlas sin juzgarnos.

Nuestras emociones no son nuestras enemigas. Son mensajeras que nos informan sobre lo que está ocurriendo en nuestro interior. Ignorarlas o suprimirlas solo las intensifica, mientras que aprender a sentarnos con ellas, a respirar con ellas y a reconocer su existencia nos permite tratarlas con más compasión.

Pregúntate: ¿Qué emoción estoy sintiendo en este momento? ¿Dónde la siento en mi cuerpo? ¿Qué me está diciendo esta emoción sobre mis necesidades no cubiertas?

Ser compasivas con nosotras mismas es uno de los pilares para convertirnos en nuestro propio refugio. La autocompasión implica tratarnos con la misma bondad y comprensión que ofreceríamos a una amiga cercana en momentos difíciles. Sin embargo, muchas veces somos nuestras peores críticas. Cuando fallamos o atravesamos situaciones complicadas, solemos castigarnos, pensando que no somos lo suficientemente buenas o fuertes.

En lugar de caer en la autocrítica, necesitamos aprender a tratarnos con suavidad, entendiendo que el sufrimiento es una parte inevitable de la experiencia humana. Cuando la vida nos golpea, es crucial recordarnos que está bien ser vulnerables y que no siempre debemos tener todas las respuestas. Practicar la autocompasión no solo nos ayuda a sanar, sino que también nos permite crear ese espacio interno donde podemos refugiarnos en tiempos difíciles.

Kristin Neff, pionera en la investigación de la autocompasión, sugiere tres pasos fundamentales para desarrollar esta habilidad:

  1. Ser amables con nosotras mismas en lugar de criticarnos.
  2. Reconocer nuestra humanidad compartida, entendiendo que todas las personas experimentan dolor y dificultades.
  3. Estar atentas a nuestras emociones, sin ignorarlas ni exagerarlas.

Parte de convertirnos en nuestro propio refugio incluye establecer límites claros en nuestras vidas. Estos límites son una manera de proteger nuestro bienestar emocional, mental y físico. A menudo, en tiempos de crisis, podemos sentirnos abrumadas por las demandas externas, ya sea de trabajo, familia o amigos. Aprender a decir “no” o a tomar tiempo para nosotras mismas no es egoísta, es una forma de autocuidado.

Los límites saludables también implican saber cuándo alejarnos de personas o situaciones que nos drenan o que son tóxicas para nuestro bienestar. Esto no siempre es fácil, pero es esencial para mantener nuestro equilibrio emocional.

Otra herramienta poderosa para convertirnos en nuestro refugio es la práctica de mindfulness o la meditación. Estas prácticas nos enseñan a estar presentes, a observar nuestros pensamientos y emociones sin apegarnos a ellos, y a desarrollar una mayor conciencia de nosotras mismas.

A través de la meditación, podemos crear un espacio seguro donde, sin importar lo que esté sucediendo externamente, podemos regresar a nuestra respiración y a nuestro cuerpo. Esto nos permite mantener una sensación de calma y estabilidad en medio del caos.

Conectar con prácticas espirituales o rituales personales también puede ofrecernos un sentido de propósito y conexión con algo más grande que nosotras, lo que a menudo ayuda a sobrellevar los momentos más difíciles.

Ser nuestro propio refugio también implica cuidar de nosotras mismas de manera activa, a través de acciones concretas de autocuidado. Esto puede significar desde asegurarnos de tener suficiente descanso, alimentarnos de manera nutritiva, hasta reservar tiempo para actividades que nos traigan alegría y bienestar.

El autocuidado no es un lujo, es una necesidad. Cuando dedicamos tiempo y energía a cuidar de nosotras, estamos construyendo ese refugio interno al que podemos regresar una y otra vez cuando las cosas no van bien.

Algunas prácticas sencillas de autocuidado incluyen:

  • Tomarse unos minutos para respirar profundamente y centrarse.
  • Hacer ejercicio suave o yoga para liberar tensiones físicas y emocionales.
  • Leer un libro que nos inspire o motive.
  • Tomar un baño relajante para liberar el estrés acumulado.

Finalmente, aunque es importante aprender a ser nuestro propio refugio, también necesitamos recordar que no estamos solas. Parte de sostenernos a nosotras mismas es saber cuándo pedir ayuda. Construir una red de apoyo que incluya amigas, familiares o profesionales (como terapeutas) puede ser una parte esencial de nuestro bienestar emocional.

Cuando compartimos nuestras luchas con personas en quienes confiamos, no solo liberamos el peso que llevamos, sino que también recibimos perspectivas y apoyo que nos fortalecen. Es importante reconocer que ser nuestro propio refugio no significa aislarnos, sino saber cuándo es seguro y necesario abrirnos a los demás.

Convertirnos en nuestro propio refugio no significa que todo en nuestra vida será perfecto o que no tendremos momentos de dolor. Pero significa que, cuando las cosas no van bien, podemos regresar a un lugar seguro dentro de nosotras mismas. Un lugar de autocompasión, autocuidado y aceptación. Aprender a sostenernos es un viaje que se cultiva con el tiempo, pero cuando lo logramos, nos damos cuenta de que somos capaces de enfrentar cualquier tormenta, sabiendo que siempre podemos encontrar refugio dentro de nosotras mismas.

Written by

Alexa Dacier

Alexa Dacier / Psicología / Terapeuta sexual y de pareja
Todos necesitamos donde apoyarnos cuando emocionalmente creemos que no podemos más.

Aquí nos damos el permiso para:
Sentir.
Soltar.
Amar.
Aprender a poner límites.
Reconstruir nuestros vínculos afectivos.
Sostener relaciones sanas.
Aplicar la autocompasión.
Cambiar el dialogo interior.