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El embarazo es un viaje único, como un río que fluye, lleno de aguas tranquilas y corrientes rápidas, de momentos de calma profunda y otros de tormenta. Y en medio de todo esto, hay algo que muchas veces olvidamos cuidar: nuestra salud mental. Mientras nuestro cuerpo cambia, nuestra mente también experimenta una transformación. Es un proceso lleno de magia, pero también de dudas y miedos, de momentos de belleza y de vulnerabilidad. Y, querida amiga, en este viaje, tu bienestar emocional es tan esencial como la vida que crece dentro de ti.

Hoy quiero hablarte, de amiga a amiga, sobre cómo cuidar de ti misma, no solo físicamente, sino también en lo más profundo de tu ser, porque tu alma también necesita ser escuchada y cuidada en estos meses tan especiales.

Tu corazón late más fuerte, tu cuerpo cambia, y con él, tus emociones. A veces te sentirás como una ola tranquila, flotando con alegría por la vida, y otras veces, como un mar en tormenta, lleno de incertidumbres y miedos. Eso está bien. No hay vergüenza en sentir miedo, tristeza o ansiedad. Todo lo que sientes es válido.

Permítete sentir sin juicio. No hay emoción más importante que otra, todas tienen su espacio. No te apresures a “ser feliz” todo el tiempo, ni a sentir que tienes que estar fuerte siempre. La verdadera fuerza está en aceptar lo que sientes, dejar que esas emociones fluyan y encontrar la paz en saber que todo pasará. Habla, comparte, susurra tus miedos a un ser querido o a alguien que entienda la profundidad de tus pensamientos. En ese compartir, la carga se aligera.

Imagina que eres como una flor que necesita cuidados para crecer. Si te olvidas de ti misma, si dejas que el mundo te arrastre sin respirar, perderás la energía para seguir. Tu salud mental, como tus raíces, necesita descanso, amor y atención. Tómate un momento para ti, aunque sea breve, para simplemente existir.

Un baño caliente, una caminata lenta bajo el sol, una taza de té en silencio, el suave roce de tus manos en tu vientre… Esos pequeños momentos de autocuidado son los que te devuelven a ti misma. No hace falta ser perfecta, solo ser tú, en todo tu esplendor, con tus luces y sombras. Y recuerda, también puedes descansar en la calma. No todo tiene que estar “bien” todo el tiempo. El descanso es tan valioso como la acción.

El camino no tiene por qué ser solitario. Busca aquellos que te hacen sentir en paz, aquellos que comparten tu mundo y entienden la danza que hay entre la luz y la oscuridad. Hablar de tus miedos, de tus dudas, de tus alegrías, es un acto de amor propio. A veces, solo necesitamos ser escuchadas. Y es maravilloso que haya quienes estén dispuestos a hacerlo.

Si lo sientes necesario, busca también a alguien que sepa más de lo que experimentas. Un terapeuta especializado en embarazo puede ser un faro en medio de la niebla. Las palabras sabias pueden ayudarte a navegar las aguas turbulentas y encontrar serenidad.

Es fácil caer en la trampa de imaginar que el embarazo debe ser perfecto: la barriga debe lucir de determinada manera, las emociones deben ser siempre positivas, y el mundo debe ser un cuento de hadas. Pero, amiga, la maternidad no se mide en perfección. Es una historia con giros y sorpresas, con momentos de desvelo y otros de magia pura.

No te castigues por no cumplir con un guion que ni tú misma escribiste. Es hermoso que el embarazo sea lo que es, sin adornos ni filtros. Cada experiencia es única, y tu viaje es solo tuyo. Hazlo a tu ritmo, sin apresurarte, sin pedirte demasiado. Todo llegará cuando tenga que llegar. Respira hondo, todo se acomodará a su tiempo.

La meditación y la respiración consciente son como una brújula que te guía de vuelta a ti misma, cuando las olas de la ansiedad o la preocupación amenazan con arrastrarte. En esos momentos, respira profundo, cierra los ojos, siente tu cuerpo. Con cada inhalación, déjate llenar de calma. Con cada exhalación, suelta lo que ya no te sirve. Si nunca has meditado, no te preocupes. Solo pon tus manos sobre tu vientre, siente el latido de la vida que llevas dentro, y deja que el amor fluya a través de ti.

La meditación no tiene que ser larga ni complicada. Solo unos minutos para dejar que el ruido se apague y que solo quede la quietud.

Es normal tener miedo. Miedo al parto, a lo desconocido, a lo que vendrá. Es parte del ser humano. Sin embargo, si esos miedos empiezan a ser demasiado grandes, si comienzan a tomar forma y a cubrir todo lo demás, es hora de ponerlos en palabras. Habla de ellos, llévalos a la luz, y verás que, al hacerlo, pierden fuerza.

El miedo es solo una sombra que desaparece con la luz de la comprensión. Y, amiga, no tienes que enfrentarlo sola. Habla con tu pareja, con una amiga, con un terapeuta. Buscar ayuda no es debilidad, es sabiduría. Y la valentía está en pedirla.

El embarazo es un suspiro de tiempo, un momento que pasará volando. Intenta no perderte en el torbellino de preocupaciones o tareas pendientes. Hay magia en las pequeñas cosas, como la primera patadita de tu bebé, el brillo en los ojos de tu pareja cuando habla del futuro, o el simple hecho de estar en paz contigo misma.

Este es tu momento. Hazlo tuyo. Disfruta de la quietud, de la calma, del asombro de cada día que te acerca un paso más a la maternidad. No hay prisas, no hay “debería ser así”. Solo lo que es. Y eso es suficiente.

Al final, todo lo que puedes hacer es cuidarte con amor, tomarte un tiempo para ti, y ser amable con tu mente y tu cuerpo. No necesitas ser perfecta, solo ser tú, en toda tu belleza y vulnerabilidad. Y recuerda, en este viaje, no estás sola.

Imágenes: Adobe Stock

Written by

Alexa Dacier

Alexa Dacier / Psicología / Terapeuta sexual y de pareja
Todos necesitamos donde apoyarnos cuando emocionalmente creemos que no podemos más.

Aquí nos damos el permiso para:
Sentir.
Soltar.
Amar.
Aprender a poner límites.
Reconstruir nuestros vínculos afectivos.
Sostener relaciones sanas.
Aplicar la autocompasión.
Cambiar el dialogo interior.