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Llegó diciembre, y con él, esa costumbre de mirar atrás para hacer un balance del año. Es un momento que puede traer orgullo y satisfacción, pero también puede desencadenar emociones como tristeza, frustración o culpa. Porque, tal vez, sientes que este año pasó como un suspiro y, al mirar hacia atrás, piensas: “No avancé como quería. Estoy en el mismo lugar.”

Hoy quiero hablarte de eso. De cómo el final del año no tiene que ser una sentencia sobre quién eres o cuánto vales. De cómo no castigarte por sentir que no estás donde esperabas estar. De cómo, en realidad, no estás en el mismo lugar, aunque a veces parezca así.

Vivimos en una sociedad que nos enseña a medir nuestro progreso de forma tangible: cuánto ganaste, cuántas metas alcanzaste, qué “logros” puedes mostrar. Pero el crecimiento no siempre es visible, y mucho menos lineal.

Hay años que no se tratan de construir grandes cosas. Hay años que son para resistir, para sanar, para sobrevivir. Tal vez este fue uno de esos años para ti. Y eso, en sí mismo, ya es un logro.

¿Te diste cuenta de lo mucho que soportaste? Los días en los que levantarte de la cama era difícil, las decisiones que tomaste con miedo, pero seguiste adelante, los momentos en los que priorizaste tu bienestar, aunque nadie lo notara. Todo eso es parte de tu avance, aunque no esté escrito en una lista de metas cumplidas.

Cuando dices que estás en el “mismo lugar,” ¿te has detenido a pensar si eso es realmente cierto? Quizás, externamente, las cosas no han cambiado tanto: sigues en el mismo trabajo, en la misma casa, o lidiando con los mismos desafíos. Pero, internamente, ¿eres la misma persona que comenzó el año?

Piensa en todo lo que has vivido en estos meses. Cada experiencia, por pequeña que parezca, te ha transformado de alguna manera. Quizás aprendiste a poner límites que antes no sabías poner. Quizás empezaste a cuestionar creencias que ya no te sirven. Quizás este año fue para conocerte mejor, incluso en medio del caos.

El “mismo lugar” no existe cuando hay crecimiento interno. A veces, los cambios más poderosos no son los que otros pueden ver, sino los que sientes dentro de ti.

Es fácil sentir que no estás avanzando cuando te comparas con los demás. Ves en redes sociales a personas celebrando sus logros, mostrando sus viajes, sus éxitos, sus vidas aparentemente perfectas. Pero quiero que recuerdes algo: lo que ves es solo una parte de su historia, no el cuadro completo.

Todos llevamos batallas que no mostramos, inseguridades que ocultamos, retos que enfrentamos en silencio. No compares tu camino con el de alguien más, porque cada una de nosotras está viviendo un proceso único.

Tu vida no tiene que parecerse a la de nadie más para ser valiosa.

A menudo, cuando llegamos al final del año y sentimos que no hemos avanzado, la culpa se convierte en nuestra compañera. Pensamos en lo que “deberíamos” haber hecho, en las oportunidades que “perdimos,” en los errores que cometimos.

Pero ¿qué pasa si en lugar de castigarte, eliges ser compasiva contigo misma? ¿Qué pasaría si reconocieras que hiciste lo mejor que pudiste con los recursos, la energía y las circunstancias que tuviste?

La culpa no te ayuda a avanzar; solo te ata al pasado. Soltarla no significa ignorar lo que no salió como esperabas, sino aprender de ello sin castigarte. Es decirte: “Está bien. No fue perfecto, pero hice lo mejor que pude.”

A veces, pensamos que el avance solo cuenta si es grande, evidente, digno de celebrarse públicamente. Pero la verdad es que son las pequeñas victorias las que construyen nuestra vida.

  • Tal vez este año aprendiste a escuchar más tus emociones.
  • Quizás lograste decir “no” a algo que no te hacía bien.
  • O encontraste momentos de calma en medio de días difíciles.

Todas esas pequeñas cosas cuentan. No las descartes solo porque no son “grandes logros.”

La vida no tiene que avanzar al ritmo que otras personas o la sociedad esperan. A veces, necesitas más tiempo para sanar, para replantearte tus metas, para decidir hacia dónde quieres ir. Y eso está bien.

Aceptar el ritmo de tu vida no significa conformarte, sino dejar de presionarte para que todo suceda “ya.” Significa darte el espacio para crecer de manera sostenible, para avanzar a tu propio tiempo.

La próxima vez que sientas que estás “atrasada,” recuerda: no hay un camino correcto ni un calendario universal. Estás donde necesitas estar, aprendiendo lo que necesitas aprender.

En lugar de castigarte por lo que no lograste, ¿qué tal si cierras este año desde un lugar de amor y compasión? Aquí tienes algunos pasos para hacerlo:

  • Haz una lista de agradecimientos. Piensa en las cosas, personas o momentos que te dieron alegría este año, por pequeños que fueran.
  • Reconoce tu esfuerzo. Escribe una carta a ti misma, reconociendo todo lo que hiciste bien, incluso en los días difíciles.
  • Visualiza el próximo año con amabilidad. No como una lista interminable de metas, sino como una oportunidad de seguir creciendo a tu ritmo.
  • Descansa. Permítete cerrar el año con calma, recargando tus energías para lo que viene.

Por último, quiero recordarte que no estás sola. Si este año fue duro, si te sientes estancada, si necesitas apoyo para avanzar, está bien buscar ayuda. Hablar con alguien, empezar terapia, o simplemente rodearte de personas que te comprendan puede marcar una gran diferencia.

A veces, lo más valiente que puedes hacer es pedir ayuda y permitirte ser sostenida.

Conclusión: Tú no estás en el mismo lugar

Este año no fue un desperdicio. No fue una pérdida. Fue parte de tu proceso, y aunque no todo salió como querías, creciste más de lo que crees.

Al mirar hacia atrás, elige enfocarte en todo lo que hiciste bien, en las veces que te elegiste a ti misma, en los momentos en que seguiste adelante, incluso cuando era difícil.

El final del año no es un juicio; es un punto de pausa. Es una oportunidad para soltar la culpa, abrazar tu camino y recordarte que siempre tienes el poder de seguir avanzando, a tu propio ritmo y en tu propio tiempo.

No estás en el mismo lugar. Estás creciendo, aprendiendo y transformándote. Y eso, querida, ya es más que suficiente.

Imágenes: Adobe Stock

Written by

Alexa Dacier

Alexa Dacier / Psicología / Terapeuta sexual y de pareja
Todos necesitamos donde apoyarnos cuando emocionalmente creemos que no podemos más.

Aquí nos damos el permiso para:
Sentir.
Soltar.
Amar.
Aprender a poner límites.
Reconstruir nuestros vínculos afectivos.
Sostener relaciones sanas.
Aplicar la autocompasión.
Cambiar el dialogo interior.