Querida amiga, deja de ser tan dura contigo (carta)
Hoy quiero escribirte desde el corazón, como lo haría una amiga que te quiere profundamente. Sé que hay días en los que sientes que no estás a la altura, en los que te exiges tanto que terminas agotada. Sé que esa voz dentro de ti puede ser implacable, recordándote tus errores, tus imperfecciones y lo que aún no has logrado. Pero déjame decirte algo: es hora de detener esa guerra interna y empezar a tratarte con la misma ternura y amor que das a los demás.
¿Para qué seguir tratándote con tanta dureza? ¿Qué ganas con ello?
No naciste para ser tu propia enemiga, amiga. Naciste para ser tu aliada, tu refugio y tu mayor apoyo. Y aunque sé que esto no siempre es fácil, quiero acompañarte en este camino hacia una relación más amable contigo misma.
Reconoce a esa voz crítica que te habla tan fuerte
Esa voz que escuchas en tu mente, la que señala todo lo que no haces bien, no es tu verdadera esencia. Es un eco de las expectativas que otros han colocado sobre ti, de los momentos en los que te sentiste juzgada o insuficiente. Pero tú no eres esa voz. Tú eres la persona que puede decidir cómo responderle.
Cuando esa crítica aparezca, detente por un momento y pregúntale:
- ¿Qué intentas proteger en mí?
- ¿Por qué crees que necesito esta dureza?
A menudo, esa voz proviene del miedo, no del amor. Quiere que seas perfecta para evitar el rechazo o el dolor. Pero querida amiga, déjame recordarte algo: no necesitas ser perfecta para ser digna de amor, ni para amarte a ti misma.
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No sustituye la terapia.
¿Qué partes de mí misma he silenciado por miedo al rechazo o al juicio de los demás?
Ahora toca priorizarte y aprender a
elegirte ¿Lista?
+Gestión emocional
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Habla contigo como lo harías con tu mejor amiga
Piensa en cómo consolarías a una amiga que está pasando por un momento difícil. Nunca le dirías: “Eres un desastre” o “Todo esto es tu culpa”, ¿verdad? En cambio, le ofrecerías palabras de aliento, comprensión y apoyo.
Haz lo mismo contigo. La próxima vez que cometas un error o sientas que no diste tu mejor versión, di:
- “Estoy haciendo lo mejor que puedo con lo que tengo en este momento”.
- “Soy humana, y equivocarme no me hace menos valiosa”.
- “Tengo permiso para descansar y aprender a mi propio ritmo”.
Este cambio no es solo un acto de amor; es un acto de justicia contigo misma.
Permítete sentir sin juzgarte
Sé que a veces quieres ser fuerte, mantenerte en pie pase lo que pase. Pero, amiga, no necesitas cargar con todo. Deja que tus emociones salgan a la superficie. Llorar no es debilidad; es una liberación. Sentir tristeza, miedo o frustración no te hace menos capaz; te hace humana.
Cuando esas emociones lleguen, no te digas que son exageradas o que no tienes tiempo para ellas. En su lugar, abrázalas. Dite:
- “Esto que siento es válido. Estoy pasando por algo importante, y está bien que me afecte”.
Permítete el lujo de ser vulnerable contigo misma. Esa vulnerabilidad es un acto de valentía, no de fragilidad.
Aprende a celebrar tus pequeños pasos
Sé que te enfocas mucho en lo que falta, en las metas que aún no has alcanzado. Pero, amiga, ¿cuándo fue la última vez que te detuviste a reconocer todo lo que ya has logrado?
Mira hacia atrás y celebra cada paso que te ha traído hasta aquí:
- Las veces que seguiste adelante, aunque estabas agotada.
- Los momentos en los que elegiste cuidarte, aunque sentiste culpa.
- Los días en los que, a pesar de tus dudas, decidiste intentarlo una vez más.
Eres más fuerte y capaz de lo que a veces te permites ver.
Rodéate de palabras de amor, no de juicio
Tu diálogo interno importa, y quiero invitarte a crear un espacio de palabras amorosas en tu mente. Si te descubres diciéndote cosas como: “No soy suficiente” o “Nunca hago nada bien”, reemplázalas por frases más compasivas:
- “Soy suficiente, incluso mientras aprendo y crezco”.
- “No necesito ser perfecta para merecer amor y respeto”.
Escribe estas frases en un lugar donde puedas verlas todos los días. Hazlas tuyas. Repítelas hasta que comiencen a sentirse verdaderas.
Dale un lugar al descanso en tu vida
Sé que muchas veces sientes que descansar es un lujo que no puedes permitirte. Que hay demasiado por hacer, demasiadas responsabilidades. Pero el descanso no es un premio que ganas por ser productiva. Es una necesidad.
Cuando sientas culpa por detenerte, recuerda esto: no puedes cuidar a los demás ni cumplir tus metas si no te cuidas a ti misma primero. Descansar no te hace débil ni egoísta; te hace sabia.
Acepta que no necesitas ser perfecta
Amiga, tú no viniste al mundo a ser perfecta. Viniste a vivir, a aprender, a experimentar, a amar y a equivocarte en el proceso. Tus imperfecciones no son fallos; son parte de lo que te hace única.
Deja de compararte con los demás. Su camino no es el tuyo. Recuerda que cada persona tiene sus propias luchas, incluso si no las ves.
Dite a ti misma:
- “Está bien ser imperfecta. Está bien aprender mientras avanzo”.
Sé paciente contigo
Cambiar la manera en que te tratas no es algo que suceda de la noche a la mañana. Habrá días en los que te sentirás más amable contigo misma y otros en los que la dureza regresará. Y eso está bien. Lo importante es no rendirte contigo misma.
Piensa en este camino como una relación que estás construyendo contigo. Como cualquier relación, necesitará tiempo, esfuerzo y, sobre todo, mucho amor.
Un recordatorio final
Querida amiga, sé que no siempre es fácil, pero quiero que recuerdes esto: mereces ser tratada con amor, empezando por ti misma. Mereces ser tu aliada, tu refugio y tu mayor apoyo.
Así que, la próxima vez que te descubras siendo dura contigo, detente. Respira. Y recuérdate que ya eres suficiente, tal como eres. Porque no hay nadie en este mundo que merezca más tu amor que tú misma.
Con todo mi cariño,
Tu amiga que siempre cree en ti.
Alexa Dacier
Psicóloga online / Terapeuta sexual y de pareja
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